Flores de manzanilla
Paz había guardado aquel papel en algún sitio. Nunca se acordaba dónde dejaba las cosas. Ni siquiera las importantes, como esta. No era un papel, era un pedacito de cartón de una caja de medicamentos. Sí, ahora empezaba a hacer memoria .Cuando en el bar le dijo, te lo escribo acá y sacó la cajita , arrancó el cartón y anotó algo. Miró el reloj. Las 17 y 30 . Era jueves. Sobre la cama, el cuaderno con la novela que desde hacía dos años intentaba escribir. El cuerpo le dolía. El estómago también .Garabateó frases estériles toda la noche y la mañana. Sólo unos tés de arándanos y unas galletas de arroz le pasaron por la garganta luego de una siesta. Se fijó si quizás entre las hojas.
En el desorden de libretas, agendas, libros, ropa, en algún lugar estaría. Abrió el primer cajón del mueble, revolvió y nada. Abrió el segundo, levantó los paquetes de cigarros que le gustaba coleccionar y allí adentro de un , el cartoncito con la dirección, el día, la hora.
Lo dio vuelta y decía Saphris 5mg en letras blancas sobre un color púrpura. Le gustó la palabra. Como esos nombres de musas y dioses griegos. Le quedaba una hora para llegar.
Se había encontrado una tarde cualquiera con ese ser tan extraño. Fue en el bar frente a la facultad donde dictaba una sola cátedra:" Arte y Literatura". Tomaba como siempre su té de arándanos .La camarera se acercó y le dijo que la persona sentada en la esquina de la barra preguntaba si podía venir a hablarle. Hasta ese momento no se había fijado que hubiera un alguien .Casi nadie se sentaba allí. Asintió con la cabeza -no hay problema -le respondió. Mientras hablaba con la camarera aprovechó para escudriñar la extraña apariencia de la otra criatura. No por la vestimenta ni por el cabello o algo de su aspecto físico. Sino por el modo en que su cuerpo se posicionaba sobre la banqueta. Las rodillas muy juntas hasta los pies que calzaban unas zapatillas negras abotinadas. La espalda un poco encorvada sostenía al parecer un cuaderno o libro. No la veía bien desde donde estaba.
La persona bajó de la banqueta y pasó por entre varias mesas vacías, como midiendo sus pasos. Apretaba el cuaderno o libro sobre su pecho. Se acercó. Sentáte ,le dijo Paz. Y se sentó. Dejó la bolsa en otra silla .Ahora con la luz que entraba por la ventana pudo apreciar su rostro. La piel muy blanca. De una blancura transparente .Como esos pétalos de los lirios. Los ojos verdes musgo, hundidos entre unas ojeras violáceas. Las pestañas y cejas tupidas de un castaño oscuro. El pelo corto, le recordó a esa poeta de apellido polaco enamorada de Juan Ramón Jiménez. Había visto sus fotografías, las esculturas de Adán y Eva. Se había suicidado a los 21 años por amor al escritor. Una tragedia literaria.
-Estuve observando la clase -le dijo con voz ronca y bajita. También escuché atentamente toda la conferencia. Esto detuvo los pensamientos de Paz.
-"Anoté en mi cuaderno algunas ideas pero me gustaría saber más. Sobre todo lo referido a la violencia en el arte y en las representaciones a través de la iconografía religiosa. Las pinturas que reprodujeron los secuestros y violaciones de diosas, mujeres y otros seres de la mitología griega, hebrea o romana. Estudio arte y pinto. Me enteré de su clase anoche. Me pasó un compañero el mensaje. Por eso esperé acá, sé que viene a beber su té los jueves. Me interesa mucho el tema pero no tengo plata para comprar libros ni fotocopias. Así que me atrevo a preguntarle si puede prestarme algún apunte, libros, algo, cualquier cosa me sirve. Se lo devuelvo ni bien los lea, los copie y transcriba lo que necesito .Sé que usted no me conoce pero tiene que confiar en mi."
Paz interrumpió con la frase:
-"Está bien, no tenés que explicarme nada" pero tenemos que acordar si vas a buscarlos o te los alcanzo. Decime vos.- ¿Cómo te llamás? –
-Tanek, me llamo Tanek, me pusieron ese nombre solamente, es de origen ucraniano. No conozco a mi padre.-dijo bajando la mirada.
Paz sorbió su té para disimular la intriga
-"Vivimos en la aldea Santa Lucía. Estudio arte en la Universidad Popular. Y hago retratos en la estación, ahí puedo vender mejor. Como viaja mucha gente hacia varios pueblos y tienen que esperar a veces me piden retratos o cuadros del paisaje. El jefe es muy bueno. Me deja guardar mis pinturas, pinceles y láminas en la oficina .Como el tren para Santa Lucía sale a las 19 y 30 , luego de la universidad que termina a las 17, camino hasta la estación y ahí me quedo dibujando, pintando, haciendo retrato.-¿Usted también pinta?"
-No, no pinto -dijo Paz y llamó a la camarera. ¿Qué querés tomar?
-Lo que usted pida.
-¿Te gusta el té de arándano?
-No sé, nunca probé.
-Traé dos tés y unas vainillas -,le pidió a la chica del bar.
-Escribo o intento escribir una novela (rápidamente pensó para sí que en dos años sólo había escrito un poco más de diez hojas con frases tachadas y palabras reemplazadas hasta cinco veces) - .Ah y no me trates de usted, por favor.
-Bueno.
-¿Y por qué te interesó tanto el tema de la clase de hoy?
Mientras esperaba su respuesta veía cómo su mano, los dedos largos, nerviosos, las uñas cortas y por debajo restos de negrura llevaba la taza de té a la boca con un ligero temblor.
-Siempre me atrajo saber por qué en las imágenes religiosas, hay varias en la parroquia de la aldea, también en la biblioteca, aparecen pinturas de mujeres que sufrieron martirios. Como el de Apolonia, la desdentada o como la de Siquem que rapta a Dina, la hija de Jacob. Mi abuela que era maestra trajo de Ucrania dos grandes tomos de Historia Universal y allí también tengo señalados los cuadros que han pintado sobre raptos, secuestros, violaciones.
Por ejemplo el rapto de las sabinas, el de Perséfone, el de Deyanira, el de Europa. Ella, en la infancia me contaba que eran mitos, que no habían ocurrido en verdad. También en esos libros están las pinturas de las violaciones a Lucrecia, el acoso de los viejos a Susana, las mujeres de Los caprichos de Goya y varias más.
A Paz le impresionaba la pasión de Tanek ,sus conocimientos y los detalles familiares
-Y el material bibliográfico que mencionaste hoy me agradaría leerlo y tenerlo para ahondar más en el tema. Mi tren ya está por salir y tengo que caminar 15 cuadras hasta la estación .Entonces -¿me los podés prestar?
A Paz le intrigaba saber más, conocer a su madre, a su abuela, esos libros .Entonces se apuró a decirle:
-Te los alcanzo a la estación. -¿Cuándo volvés a viajar? -Además me gustaría verte trabajar, como pintás.
Antes que le preguntase más, Tanek con rapidez sacó algo de la bolsa y en el cartoncito que ahora tenía en sus manos escribió: jueves, 18 y 30, Estación San Gregorio, calle Los naranjos, 1136.
-Bueno, te espero y gracias. El té me gustó mucho.
Tanek salió con su mochila al hombro, arreglándose el flequillo que le cubría los ojos enormes
Hacía mucho tiempo que Paz no iba a una estación de trenes. Muchísimos años .Nunca desde que dejó de ir a San Marcos, ese pueblo que se extinguió entre los montes cuando privatizaron los trenes. Si hasta creía que no existían más. No se enteró que había vuelto a marchar esta línea. Es cierto que ya no leía los diarios ni miraba los noticieros. Se había resignado a subsistir con la jubilación, la cátedra y enfocarse en escribir la novela.
Con el cartoncito en la mano Paz se dirigió a la estación.Era una tardecita de otoño así que iría caminando. Se peinó, buscó los libros y las fotocopias que había mandado hacer a la mañana, los puso en el portafolio de cuero. Se colocó los lentes oscuros de sol y salió exultante Se sentía feliz porque ese día era especial. Vería a Tanek otra vez, deseaba ver como pintaba. Sentía deseos.
Faltaban tres cuadras para Los naranjos, esa parte más antigua de la ciudad era perturbadora, como ingresar en otro tiempo. Y experimentaba una sensación intensa que no podía definir.
Caminó con pasos lentos el empedrado gris lustroso hacia la entrada principal. Observó bastante gente con sus maletas de viaje. Algunos perros y un par de ancianos dormían en bancos de madera antiguos. Se paró en la galería y miró hacia la izquierda, varios hombres, unos fumaban, algunas familias con sus hijos. Unas mujeres con canastos conversaban .Giró hacia la derecha y al final de la galería, vio a Tanek. Estaba sobre el piso, con las piernas entrecruzadas y con una lámina en la que retrataba a carbonilla en ese momento a una chiquilina de pelo colorado, lacio y con pecas.
Alrededor, una valija pequeña con pomos de pintura y pinceles. Estaba de espaldas. Así que pudo ubicarse detrás antes que se diera cuenta que había llegado. Así podía observar la escena en silencio. Con movimientos ágiles, seguros ,Tanek tomaba una carbonilla gruesa, otra más fina , con los dedos esfumaba, suavizaba, remarcaba líneas y, dibujaba trazos perfectos. El retrato era un espejo de la niña en un claroscuro impecable. Hasta puso rigurosa dedicación en las pecas.
-Listo . ¿Te gusta?- Le preguntó a la pecosa.
-Sí , me encanta.
No pudo ver bien cuánto le pagó su madre. Seguro habían arreglado antes el precio .Tánek metió el dinero en un bolsillo de la campera y al levantarse se encontró con Paz .
-¡Ah! qué bueno que viniste. ¡Te acordaste!
Paz le entregó el paquete con libros y fotocopias .Los ojos de Tánek se hicieron más grandes y brillaron como cuando hablaba de los cuadros de las violaciones.
Paz quería decirle muchas cosas, preguntarle, pero no le salían las palabras. Tánek acomodaba todo muy prolijamente justo cuando se acercaba inminente el tren con ese chillido típico que anunciaba la próxima partida. Santa Lucía, gritó el guarda .Se miraron y Tánek con firme decisión le dijo:- ¿venís conmigo? Dale ¡Vamos!
Paz sintió algo ajeno a su carácter racional, de poco dejarse llevar por las emociones o los impulsos. Tánek tenía como una fuerza que contagiaba. No le dio tiempo a decir sí o no.
Y así quedaron frente a frente viajando hacia Santa Lucía.
Con un trapo Tánek se limpia las manos. Y le dice en un tono casi imperativo:
- Te voy a retratar.
Paz parece no escuchar los ruidos que hace el vagón sobre los rieles centenarios.Su mirada recorre minuciosamente todo el rostro de Tánek.
Tánek hace lo mismo. Y comienza a hacer los primeros trazos .Y otra vez el mismo ritual, una carbonilla marca suavemente bordes y contornos. luego reafirma el esbozo. Otra que se quiebra, las manos que se mueven como alas. Las yemas de los dedos difuminan, sombrean, aclaran .Unas líneas más finas, otras más gruesas. Por la ventanilla ve pasar como en una película árboles, vacas, una laguna, garzas, casas de lata, de colores chillones, un santuario con cintas rojas.
Una antigua casona con un gran portón de hierro. El sol está escondiéndose.
-Ya está –escuchó. Tánek da vuelta la lámina y le muestra a Paz su retrato.
-Justo. Mirá, ya llegamos.
Paz vez ve como el guarda avisa que llegan a Santa Lucía. Cree haber quedado con sordera. No ha escuchado ningún silbido. Tampoco los ruidos de las puertas que se abren. Todo está en silencio. Sólo oye la voz de Tánek que le hace la invitación a bajar , a visitar su casa
-Tendremos que ir por atrás de la estación, es cerca, seguíme-
Recorren un camino aplastado de pastos secos. Es muy angosto y ya ha oscurecido. Tánek va adelante con sus bártulos y Paz por detrás .Llegan a una rústica casa de principios del siglo XIX , de dos pisos , de estilo inglés. Un farol ilumina tenue la entrada.
Cuando ingresan no hay nadie .Paz le pregunta por su madre y abuela.
Mi madre está acá sentada en el sillón. Al lado de la estufa, no habla mucho, es callada , reservada como todos los inmigrantes. Tampoco habla muy bien el castellano.
Paz no distingue a nadie .No hay ninguna madre allí.
-¿Y tu abuela? –le pregunta
-A esta hora está en misa llega para eso de la cena. Sentáte .Voy hacer té-le responde Tánek
Pone una caldera a calentar en la antigua cocina. Y trae dos tazas de porcelana blanca con paisajes de casitas en azul.
-No tengo de arándanos y se sonríe por primera vez.
Paz tiene una sensación rara, una extraña impresión de estar viviendo un episodio novelesco, algo temerario se respira en esa casona. Pero cuando Tánek habla, lo hace con tranquilidad pasmosa.
-Voy hacer té de manzanilla. Para mi madre, té negro. No le gusta la manzanilla.Compré unas vainillas como te gustan.
Y las puso en la mesa. Y siguió hablándole.
-Un hombre siempre le traía muchas flores de manzanilla. Ramos inmensos que ella colgaba del techo de la cocina. Siempre estaba todo con aroma a esas flores.Pero una vez,- me contó mi abuela- que el hombre de las manzanillas vino borracho y mi madre no lo quiso atender. No le quería abrir en esas condiciones. Tenía razón ¿no? Entonces él empujó la puerta y entró. A mi abuela la encerró en el dormitorio de arriba y le puso una tranca de madera, esta que está acá -.Y señaló algo donde no había nada más que un vacío. Y agregó:
-La abuela escuchó que el hombre le dijo a mi madre que le iban a costar muy caro ese día las flores.
Tanek servía el té y seguía contando .
-Dice la abuela que mi madre le gritaba suplicándole por qué le hacía eso , que nunca le cobraba, que él siempre se las regalaba. Hasta que no se oyó ningún ruido. Sólo un golpe seco y nada más.
Tánek bebía y se acercaba la taza a los labios, entrecerraba los ojos y bebía pequeños sorbos.
-Cuando mi abuela pudo destrabar la puerta y bajó, encontró a mi madre con un ramo de flores de manzanilla en las manos .También tenía una corona de flores amarillas en el pelo .Y toda la habitación olía a esas flores. Mi madre estuvo enferma muchos meses después de eso. Hasta que nací yo. Y después también. Pero luego se curó. Eso sí, no habla mucho .La abuela dice que a mi madre no le gusta ese té por eso que sucedió aquel día .Al hombre no lo vieron nunca más. La abuela me contó todo esto cuando yo era más grande. A mí sí me gusta .No sé, es como que tengo deseos de beber manzanilla siempre. Y mi madre está viejita, ya no se da cuenta de las cosas. Por eso casi ni habla ni te ve.
-¿Te gustó el té? ¿Y las vainillas? -no comiste ninguna. En 15 minutos vuelve a pasar otro tren para la ciudad. Gracias por los apuntes y libros. Voy a escribir un ensayo con este tema. Lleváte el retrato. Esperá que lo firmo .Y con una carbonilla escribió Tánek con una T grande en imprenta que iba por encima de las otras letras.
Paz no sabía qué decir. Tomó el retrato y el portafolio. Ahora sí empezó a sentir sonidos, de a poco, se oía el retumbar del tren sobre los rieles acercándose.
-Te acompaño hasta la estación. –Abrió la puerta en el momento que llegaba una anciana de grandes ojos verdes y luminosos .Se saludaron con un apretón de manos. Salieron. Otra vez Tánek adelante, Paz detrás. Por el camino de pastos secos. Aplastados.
Llegaron junto con el tren. Antes de subir Tánek le dio un abrazo fuerte y le dijo al oído con esa voz ronca y raramente dulce:
-Gracias, ni bien lea los libros, te los devuelvo, lo mismo que las copias
-No, quedáte con todo, te los regalo-le contestó Paz.
Subió, se sentó y puso la mano contra la mano de Tánek a través del vidrio de la ventanilla.
El silbido sonó y se separaron.
El tren comenzó a marchar .
Cerró los ojos, aún le quedaba el gusto a té de manzanilla en la boca.